Eran demasiadas emociones y por demás contrarias.
Amaneció con fiebre.
— Fiebre cerebral — dijo el médico —, que le retuvo en el lecho dos semanas.
Tenía delirios, y en sus delirios no podía estar la pobre hermana junto al lecho... poique decía el enfermo cosas incoherentes — con demás coherencia en el asombro de Petra — de «besos», de «bocas de mujer», de «Gloria que le daba el pecho...», de «una niña que se mataba en un caballo...»
Lloraba Petra, riñendo a Gloria en la puerta de la alcoba muchas veces:
— ¡Tú, sí... tú le has dicho todo eso! ¡Tú... como a mí!
La muchacha se disculpó rabiosa, contando cómo la había sorprendido una noche besándole como loca, «ardiendo, la muy...», a doña Josefina. Y como Petra veía a Josefina entrar y sentarse a velar al enfermo muchos ratos... se iba a su cuarto y lloraba... lloraba... por no sabía qué