Se le apareció con el puñal atravesao en el esquileto con todos los huesos al aire y el corazón colgando. Icen qui era horrible el gesto de su cara. Venía de la montaña haciendo como que, arriaba las mulas pa el potrero.
El hijo de ña Ufrasia arrancó a perderse, "patitas pa que te quiero", gritando: ¡socorro!, y vino a caer a esta mesmita puerta que acaba de abrirse para sus mercedes.
Al ruio, Matea y yo nos levantamos y creímos en otro crimen cuando vimos al muchacho tendió, blanco como la harina.
Espués de friccionarlo por entro y por fuera con aguardiente, —gastamo mas e un litro e aguardiente del fino, pu,— porque paese que er susto le dió sed y cuando se alentó, nos puso al cabo de lo ocurrío.
Y se acabó mi cuento y "paso por una zapatilla rota" pa que comaire Sabina nos cuente otro.
Inconscientemente nos habíamos acercado a