Lia eeneet*t*ada
Todos los vecinos de Benimuslín acogieron con extrañeza la noticia.
Se casaba el tío Sentó, uno de los prohombres del pueblo, el primer contribuyente del distrito, y la novia era Marieta, guapa chica, hija de un carretero, que no aportaba al matrimonio otros bienes que aquella cara morena, con su sonrisa de gra ciosos hoyuelos y los ojazos negros, que parecían adormecerse tras las largas pestañas entre los dos rodetes de apretado y brillante cabello que, adornados con pobres horquillas, cubrían sus sienes.
Por más de una semana esta noticia conmovió al tranquilo pueblecito, que entre una inmensidad de viñas y olivares alzaba sus negruzcos tejados, sus tapias de blancura deslumbrante, el campanario con su montera de verdes tejas y aquella torre