Página:Cuentos y cronicas.djvu/112

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RUBÉN DARÍO


pasión del universo, la tendencia a nuestra unidad. Así como nada conforta tanto como la presencia de los bosques o la contempla- ción del Océano, nada suaviza más las aspe- rezas del espíritu que la visión de una rosa en su tallo, o un pájaro sin trabas ni jaula, que salta y vuela por donde quiera, y canta sin inquietudes bajo el cielo. Quizás la lumi- nosa alegría que nada podrá destruir en el alma de esta Galia feliz, viene de su simbóli- ca alondra, maestra de libertad, amante de claridad, ebria de frescor y de canto matuti- no. Tengamos el amor de las rosas y de los pájaros, de las mariposas, de las abejas. Es un medio de comunicación con lo Universal, con la divinidad. Maeterlinck, en el libro ad- mirable que conocéis, ha oído la iniciada voz de Virgilio: Ese apibus partem divinee mentís et hansitus. Athereos dixere: Deum manque iré per omnes. Terrasque tractusque marís, extumque profundum. Nada más conmovedor que la petición que, hace algún tiempo, dirigieron al Congreso belga los miembros de un instituto de ciegos. Sabido es que en ambas partes a los pája- ros cantores, para que canten mejor, les sa- can los ojos, sin duda acordándose del divi-100