pasión del universo, la tendencia a nuestra unidad. Así como nada conforta tanto como la presencia de los bosques o la contemplación del Océano, nada suaviza más las asperezas del espíritu que la visión de una rosa en su tallo, o un pájaro sin trabas ni jaula, que salta y vuela por donde quiera, y canta sin inquietudes bajo el cielo. Quizás la luminosa alegría que nada podrá destruir en el alma de esta Galia feliz, viene de su simbólica alondra, maestra de libertad, amante de claridad, ebria de frescor y de canto matutino. Tengamos el amor de las rosas y de los pájaros, de las mariposas, de las abejas. Es un medio de comunicación con lo Universal, con la divinidad. Maeterlinck, en el libro admirable que conocéis, ha oído la iniciada voz de Virgilio:
:Ese apibus partem divinæ mentis et hansitus. Athereos dixere: Deum manque ire per omnes. Terrasque tractusque maris, extumque profundum.
Nada más conmovedor que la petición que, hace algún tiempo, dirigieron al Congreso belga los miembros de un instituto de ciegos.
Sabido es que en ambas partes a los pájaros cantores, para que canten mejor, les sacan los ojos, sin duda acordándose del divino