llaban las alharacas adaptadas a almas tan abrasadas. Allá, halagadas faz a faz, pactaban hasta la parca amar Blas a Ana, Ana a Blas. ¡Ah! ¡ráfagas claras bajadas a las almas arrastradas a amar! gratas pasan para apalambrarlas[1] mas, para clavar la azagaya[2] al alma. ¡Ya nada habrá capaz a arrancarla!
Pasaban las añadas[3]. Acabada la marcada para dar Blas a Ana las sagradas arras, trataban hablar a Marta para afrancar[4] a Ana, hablar al abad, abastar saya, manta, sábanas, cama, alhajar casa ¡cá! ¡nada faltaba para andar al altar!
Mas la mañana marcada, trata Marta ¡mala andanza! pasar a Santa Clara al alba, para clamar a la Santa adaptada al galán para Ana. Agarrada bajaba ya las gradas; mas ¡caramba! halla a Ana abrazada a Blas, cara a cara. ¡Ah! la a nada basta para trazar la zambra armada. Marta araña a Ana, tal arañan las gatas a las ratas; Blas la ampara; para parar las brazadas a Marta, agárrala la