CUENTOS Y CRÓNICAS
regard d'icelle donna telle frayeur a plu-
sieurs qu'aucuns en moururent; autres tom-
bérent malades». Y Petrus Greusserus, dis-
cípulo de Lichtenberg—el astrólogo— dice un
autor, que, habiendo sometido el fenómeno
terrible a las reglas de su arte, sacó las con-
secuencias naturales, y tales fueron los pro-
nósticos, que los espíritus más juiciosos pade-
cieron perturbación durante más de medio
siglo. Si Lycosthenes señala los desastres de
Hungría y de Roma, Simón Goulard habla
de las terribles asolaciones de los turcos en
tierra húngara, el hambre en Suabia, Lom-
bardía y Venecia, la guerra en Suiza, el sitio
de Viena de Austria, sequía en Inglaterra,
desborde del Océano en Holanda y Zelanda
y un terremoto que duró ocho días en Portu-
gal. Lycosthenes sabía muchas cosas mara-
villosas. Los peregrinos que retornaban de
Oriente contaban visiones celestes. ¿No se
vio en 1480 un cometa en irabia, de aparien-
cia amenazante y con los atributos del Tiem-
po y de la Muerte? A los fatales presagios
sucedieron las devastaciones de Corintia, la
guerra en Polonia. Se aliaron Ladislao y Ma-
tías el Huniada. Vea usted este rasgo de un
comentador: «Las nubes tienen sus flotas
como el aire sus ejércitos»; pero Lycosthe-29