RUBÉN DARÍO
giosa porcelana, ramos floridos. El conjunto
de principios que los letrados infundían al
pueblo, se reducía a pocas palabras. Decían:
«Hay un Dios superior. Tiene como atribu-
tos la inteligencia, el valor, el amor. Por
la unidad de su espíritu y de su energía vital
fueron creados el dios Takanu Musubi y la
diosa Kanmi Musuti, que forman, con su pa-
dre, una augusta Trinidad .De la unión de
estos dos nacieron otros dioscb, y, por último,
los divinos antecesores de la familia impe-
rial y de la raza humana: Yzanagi e Yzana-
mi. El alma del hombre es, por tanto, ori-
gen divino e inmortal. Su cuerpo fué creado
también por la energía divina; pero no con-
tiene de ésta lo bastante para ser inmortal.
El deber del hombre es cultivar, primero, las
tres virtudes divinas, después las siete vir-
tudes que de ellas se derivan: la lealtad al
emperador, la piedad filial, la castidad, la
obediencia a los superiores, la sinceridad en
la amistad, la bondad y la misericordia. El
camino de la virtud es el de la feHcidad. La
ley de la causa y del efecto reina en el mun-
do presente y en el mundo futuro. El mayor
criminal puede merecer el perdón, y aun el
favor de Dios, si se arrepiente con sinceri-
dad. A cada uno se le tomarán en cuenta sus62