CUENTOS Y CRÓNICAS
instante, la bella fruta oriental se abre, como
reventada de sol y de savia, y de su seno
vuelan, como un grupo de mariposas que se
pusiesen en libertad, hojas impresas que
lleva el aire sobre la muchedumbre, y que
tienen, en honra de Jesucristo triunfante,
versos. ¡Versos! Sí, versos rimados mala-
mente, sentidos buenamente; logro inapre-
ciable para la muchedumbre que acompaña
al Nazareno, que, con la diestra, en un gesto
hierático, bendice al mundo. ¡Oh, potestades
de los cielos! ¡Vosotras podéis ver quién,
cual si fuese un infante real, siente como he-
cha de un oro divino su corona de palmas
del Domingo de Ramos! Es ese niño que ha
llegado de la iglesia, y está cerca de la an-
ciana abuela de cabellos crespos y recogidos
como una marquesa de Boucher.
Es ese niño meditabundo, triste en su ale-
gría, como si estuviese sintiendo ya la llega-
da de su Viernes Santo. ¡Es ese niño que ha
rimado los versos infantiles de la granada
oriental, símbolo de su corazón, que se abrirá
para regar por ley infalible, sobre la tierra
sus íntimas armonías, los perfumes misterio-
sos de su sangre vital, la esencia de su pobre
alma, enferma desde entonces, de la recón-
dita y adorada enfermedad del ensueño!83