donde hay que subir a tientas; inquietudes porque parece que el crimen está tras la puerta; desvergonzadas, que dan al que las sube un gesto divertido y una coraza contra el asco y la suciedad. La mugre no impresionará en adelante ni hará enrojecer el encontrón improviso con la de todos; antes bien, se le dará la mano en la vía pública por más que la categoría de Ella le haya ensuciado las medias y los salientes encajes de las enaguas. La que hizo temblar por lo flaca, por lo arrugada, por lo verdosa; que tiene un revoco de pintura, como nos dio la exaltación, se nos acostumbrará tanto que dejaremos la decencia por el sabor de la mujer conocida. El sabor de la mujer conocida que se nos ahonda progresivamente, haciéndonos cavilar, proyectar y encender la ilusión. De manera que vacilamos ante otra por el aviso intuitivo del fracaso y porque la primera es tan dócil que se va tras la simple guiñada; no se presenta con ella la carga de la declaración y del trato. ¡La declaración y el trato!
Dentro está todo tan sucio y emocionante. Hay una verdadera agencia de carnes viejas. Muchas