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reacción, sonámbula y efímera como una esponja uc mar... A ratos, cuando una vela flotaba a lo lejos el macaquillo alargaba la mano chata, descoyuntada, recordando por los deditos cortos un pie de ganso con pezuñas; y gañía:
—¡Oh, padre, padrel...
—- ¿Qué es, Luis?...
-—Mira allí una embarcación.
Quedábase riendo descoloridamente, con su risa d+ esqueleto en que nunca brillaba la emoción des- ordenada y viva de las criaturas sanas. Á veces que- riendo habl:r no sabía expresarse, olvidaba las pa- labras, barríansele las ideas, y ahogándose, de asfi- xia, poníase a mirar en derredor, idiotizado. El pa- dre entonces íbale ayudando y vibraban en su voz suavidades entretejidas con lágrimas.
Volviéndose hacia mí, resumía:
—Un desconsuelo; ya ve...
Animábale yo, ¡lleno de simpatía por aquel dolor grave de viejo, resignado y mudo y poníame a de- cir:
—Que lo metiese en un colegio, lejos de los cuida- dos de la familia. ¡Ya se desarrollaríal Los mucha- chos necesitaban iniciarse en la vida, por la dureza y por la lucha, entre alguien que los hostilice y al- guien que los guíe... Dan siempre resultado los há- bitos viriles; pruebe eso... Gimnasia gradual, todas las mañanas, pasear a caballo una o dos horas, carre- ras por la quinta, sobriedad en la comida, cama du- ra, hábitos madrugadores... Verá cómo hace de él un rapazote... Los rapaces (créalo) sólo se robus-
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