Página:DAlmeida Ciudad del Vicio.djvu/225

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Ll A CIUDADDELE VICIO

rrios humildes de la ciudad, los pobres decidieron, por consejo de la burguesía, 'implorar del rey cuantos beneficios éste obtuviese del precioso libro de versos tan ensalzado por esos reinos adelante... En el memorial que a palacio fueron a llevar todo escrito por un dilettante de la generación moderna, frases ecuestres empenachadas de imágenes en un estrépito de hipérboles, erguidos sustantivos tamba- leándose entre adjetivos, como borrachos entre ca bos de policía, verbos tropezones remendados con prefijos y espiraleando en cabriolas como arlequi- nes; caminaban procesionalmente los espantajos clá- sicos con que el populacho se juzga ennoblecer y heroificar a los ojos de los reyes y de los poderosos, en los meses de ayuno forzado... Allí se alzaba el tradicional amor de las blusas obreras por las mo- marquías; el valor, valentía y esfuerzos demostrados en común, en las guerras contra el invasor; los sufri- mientos sin queja sangrados en inundaciones y su- bidas del mijo, mientras el palacio, en las recepcio- mes de circunvecinos monarcas, caros y nunca bas- tante amados primos, walsaba de calzón corto, in- virtiendo las pantorrillas en los vaivenes del coti- lión; allí se llamaba al pueblo eterno niño, león in- domable, Prometeo cautivo en la roca, Atlas, y una convergencia de históricas calumnias, afiladas con el propósito de sorprender a la boca del cofre, muy subrepticiamente, es verdad, los cientos de miles de reis que rindiese la principesca edición de rimas y cáscaras... Tres períodos o cuatro, sobre todo, en- salzaban con el arte más patético un cierto pan ne-

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