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Página:DAlmeida Ciudad del Vicio.djvu/34

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FIAL.HO D”ALMEd1?DA

en las arenas, cubierto de polvareda, cúbierto de azul y bendiciéndolo todo!... No me acuerdo en qué punto de la costa fué esto; pero era magnífico...

¡Qué amplitud de paisaje, qué prodigalidad de azul, qué luz irradiantel... Hacia un lado había agru- paciones plutónicas, rocas a plomo, agujereando en cavernas sonoras de la onda que iba y venía, chapo- tzando y refluyendo... Promontorios irregulares sa- lían de la gran mole color de herrumbre, en trom- bas que se alargaban como para beber... A la iz- quierda, llanuras Je arenas el forma de circo rebri- llaban a los latigazos del sol. Delante el mar y la du- na cortando la retirada, por último, donde falanges de pinos vivaqueaban sosegadamente.,. Sobre un is- lote calvo como un pináculo, el faro salía del agua, negro en el cielo luminoso y se expandía en la pla- taforma de la linterna en troneras desmoronadas con agudas torrecillas en los ángulos...

Era así como un dedo de coloso sobre cuya uña roída,a gritos, revoloteando por centenares, aves ma- rinas venían a posarse con temblores de alas, goelan- dios, alciones, gaviotas, golondrinas del mar... Los pestadores lanzaban sus redes a lo ancho, cantando, venían sobre el agua campanadas de aigunacampana misteriosa. Todo ese vivir feliz, sin rebeldías mi artifi- cios, me cormoujó por la sencillez, por la probidad y por la gracia primitiva y ruda... Tuve una áspera nos- talgia, no sé de qué otra existencia vivia por mí, por mi padre o por cualquiera de mi raza, en no sé qué tiempos históricos y olvidados .. Sentía como una vuelta a la pátrig, reconocía las formas, y volvía a res-

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