FIALHO D'ALMEdCODA
mentaban una sinfonía purísima, sin relieves super» abundantes o energías lúbricas... ¡Musical toda esa organización de que se exhalaba un tépido perfume de morbidez excéntrica en risas, sobresaltos y can- cionesl... Bajo la coloración de una piel luminosa, tan fina que me daba escalofríos al contacto, y bajo la fragilidad errusca de su cintura tierna y de sus muñecas magníficamente modeladas, nadie podía soñar siquiera la altiva tenacidad, la recia voluntad y obstinación de ese espíritu vibrante, todo incohe- rente, de pequeños refinamientos y anquilosado en los más extraños prejuicios. En realidad, era nece- sario venir de una raza atormentada y tenaz, gran- diosa en su miseria y filtrándose por siglos innúme- ros, a través de los cataclismos de la tierra y de las maldiciones de Dios airado, hoy errante en las as- perezas del cautiverio después echada a latigazos lia- cia el destierro, luego entregada al verdugo y a la ho- guera,menospreciada y maldita, para engastar así co- mo una joya rara en la frágil envoltura de un cuerpo adolescente, ese genio capricMoso, que parecía tejido de los vuelos de la golondrina, del Axgelus de Mas- senet, de gotas de luz de luna, y del amargor bravío de los frutos silvestres, genio que era bueno y malo al mismo tiempo, luminoso y negro, rítmico, vivo hasta la locura, pero que a veces vesfía a batir el ala de una negra melancolí:; tal vez la heredita- ria nostalgia (1) de esa patria ideal, perdida en la
(1) Yo por mi gusto eonservaría la palabra sandade,tan linda y expresiva, tan típicamente portuguesa; pero no quiero alarmar a los puristas.—N. del T.
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