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Página:Daany Beédxe.djvu/114

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De pronto sintió un súbito cambio de temperatura; vio que brotaba fuego por todas partes en torno a la piedra, inmensas llamas subían hasta el techo de la caverna, con gran estruendo. Toda la galería se iluminó por completo, Águila Nocturna no se asustó y por el contrario, se dedicó a observar detenidamente las paredes y el techo del recinto. El fuego se tornó más violento y se dirigió amenazante hacia él. El joven había encontrado el centro, el punto de equilibrio.

Algo le decía que esa piedra era el ombligo del mundo. Sabía que hacia su cabeza apuntaba el cielo; hacia sus piernas la tierra; hacia su brazo derecho estaba el mundo conocido y hacia su izquierda el mundo desconocido; que en el centro de la tierra, a partir de su ombligo, se exaltaba la conciencia hacia lo prodigioso e inconmensurable de las alturas sagradas del Espíritu, pero también, si se perdía el equilibrio, se caía a los infiernos degradados de la estupidez y el abyecto embrutecimiento existencial. Águila Nocturna había dejado de ser él, ahora formaba parte de la piedra milenaria. Era sólo un testigo sin sentimientos y sin juicios. En un momento el fuego desapareció, para quedar de nuevo la inmensa galería en completa oscuridad y silencio.

Pasó el tiempo; más bien, dejó de existir el tiempo. Águila Nocturna estaba ahí, inmutable y perfecto, como un pedazo de piedra que llevaba millones de años ahí, y sin ningún problema, podía estar otros tanto más, pues era sólo una piedra.

Fue entonces que llegaron los cuatro hombres por él. Lo encontraron tendido e inmóvil, sobre la piedra. Más que un cadáver, parecía una perfecta escultura, esculpido por su voluntad inflexible en la misma piedra. Cuando salió de la gruta era de noche. El cielo estaba completamente estrellado y sin luna. Águila Nocturna jamás en su vida había sentido de esta manera la bóveda celeste. La vida láctea era un río de estrellas luminosas, que le daban la bienvenida. Serpiente de Fuego y Águila Nocturna pasaron cinco días más en la Ciudad de los Muertos, pues el muchacho tenía que reponerse del desgaste sufrido en su Batalla Florida.

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