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DAVID COPPERFIELD.

acudo á vos. He venido á pié desde Lóndres á Douvres, sin acostarme entre sábanas desde el principio de mi viaje; me han robado, despojado... ya veis cómo estoy!....

No sé cómo tuve ánimo para decir todo de un golpe; pero al último me abandonaron las fuerzas. Solo pude hacer un ademan con mis manos para llamar la atencion de mi tia respecto á mis harapos, que revelaban bien claramente todo lo que debia haber sufrido, y, echándome á llorar, creo que vertí todas las lágrimas que se habian acumulado en mí desde hacia una semana.

Mi tia, cuya mirada fija en la mia solo expresaba la sorpresa mas singular, no pudo contenerse á la explosion de mi dolor; alzóme vivamente del suelo, me cogió y llevó á la casa. Una vez que llegamos á la sala, su primer cuidado fué abrir un gran armario, de donde sacó diferentes botellas, y me hizo beber algunas gotas de todas ellas. Se me figura que las cogió á la casualidad, pues tragué sucesivamente tres ó cuatro veces agua de anís, salsa de anchoas y vinagre.

Como estos cordiales no bastaban para calmar mis sollozos, que se habian vuelto de repente convulsivos, mi tia, asustada, me acostó en el sofá con un chal debajo de la cabeza y su propio pañuelo debajo de los piés, temiendo que no ensuciase demasiado los muebles. Hecho esto, fué á sentarse al lado de la ventana y se puso á exclamar durante veinte minutos lo menos, sin decir otra cosa :

¡Misericordia! ¡Misericordia!

Por último, llamó y vino la criada.

— Juanilla, le dijo mi tia, subid á casa de Mr. Dick, y suplicadle que baje, porque deseo hablarle.

La criada se quedó sumamente asombrada al distinguirme extendido sin movimiento sobre el sofá, pues apenas me atrevia á moverme, temiendo desagradar á mi tia; pero fué á cumplir con su encargo. Miss Betsey, con las manos en la espalda, se paseaba de arriba á abajo en el salon, hasta que entró el personaje que habian mandado buscar.

— Mr. Dick, le dijo mi tia, no hagais el loco, puesto que nadie sabria ser mas sensato que vos cuando lo quereis. Todos lo sabemos; no hagais pues el loco.

Entonces el recien venido tomó un aire sério y me miró de un modo conveniente.

— ¿Mr. Dick, le preguntó entonces mi tia, antes de ahora me habeis oido hablar de David Copperfield?... No pretendais haberlo olvidado, pues vos y yo sabemos perfectamente que teneis muy buena memoria.

— ¡David Copperfield! respondió Mr. Dick, que no parecia acordarse perfectamente; ¿David... Copperfield? ¡Oh! sí... ciertamente, ¡David!

— Pues bien, aquí teneis á su hijo... su hijo... que se pareceria muchísimo á su padre si no se pareciese tanto á su madre.

— ¿Su hijo? ¿el hijo de David? ¡Es posible!

— Sí, continuó mi tia, ¡y por cierto que ha hecho una linda cosa! escaparse de Lóndres donde estaba. ¡Ah! ¡su hermana, Betsey Trotwood, jamás se hubiera escapado!...

Mi tia meneó la cabeza con la expresion de la firme conviccion sobre el carácter y conducta de aquella hermana que jamás habia existido.

— ¡Ah! ¡creeis que no se hubiera escapado nunca? dijo Mr. Dick.

— Que Dios os bendiga, señor Dick, y á mí tambien, añadió mi tia con cierto despecho. Me contradecireis eso ahora? Hubiese vivido con su madrina, y nos hubiéramos querido mútuamente. Nada, respondedme en nombre del cielo, ¿por qué se habria escapado la hermana de este niño, y para ir adónde?

— A ninguna parte, respondió Mr. Dick.

— Pues bien, añadió mi tia un tanto calmada con esta respuesta, ¿cómo podeis pretender que divagais, Mr. Dick, cuando teneis el ingenio mas agudo que punta de alfiler? Así, aquí teneis al hijo de David Copperfield, y voy á preguntaros una cosa : ¿qué debo hacer con él?

— Que ¿qué hareis con él? dijo Mr. Dick en voz baja, rascándose la oreja.

— Sí, replicó mi tia con aire grave y levantando el dedo índice. Vamos, hablad, necesito un buen consejo.

— Pues bien, si fuese que vos, dijo Mr. Dick examinándome y pareciendo reflexionar; pues bien...

Vaciló; pero despues de haberme mirado de nuevo, pareció como inspirado de una idea repentina y añadió vivamente :

— ¡Le haria lavar!

— Juana, exclamó mi tia volviéndose hácia la criada con la expresion de una calma triunfal que no comprendí entonces; Juana, Mr. Dick nos saca de un gran apuro. Calentad el baño.