Página:David Copperfield o El sobrino de mi tía (1871).pdf/235

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

223
DAVID COPPERFIELD.

Todo esto no era precisamente muy consolador para un entusiasta enamorado; pero me alegré muchisimo que mi tia hubiese recibido indirecta- mente mi confidencia.

Despues de haber cambiado con ella algunas pa- labras mas, le di las buenas noches y la dejé que se fuese á mi cuarto.

¡Qué tristes pensamientos iban á eerrar mis pár- pados!

Héme aquí pobre á los ojos de Mr. Spenlow, me decia, y obligado de devolver su palabra á Dora, puesto que no tengo ante mi la perspectiva que tenia cuando le declaré mi pasion.

Supongamos que ella sea indiferente á este cam- bio de fortuna; cómo viviré de aqui a que con- cluya mi práctica de procurador? ¿cómo ayudar á mi tia? ¿cómo procurarme algunas guineas para vestirme convenientemente y ofrecer algunos re- galos á Dora, etc., etc.?

Por fin se apoderó de mi el sueño; pero qué pesadillas! Me vi, haraposo, yendo á la puerta de Dora á vender fósforos, seis paquetes por un penique; luego acudiendo á la oficina con un frae raido, sin saber qué responder á Mr. Spenlow, que me decia que avergonzaba á sus clientes con mi traje; me vi recogiendo las migas de pan seco que el viejo pasante Tiffey comia todos los dias regu- larmente al oir sonar la una en el reló de San Pa- blo; luego pidiendo una licencia para casarme con Dora y no teniendo para pagarla mas que un guan- te viejo de Uriah Heep, que rechazaban con des- precio todos los procuradores de Doetors' Com- mons.

Mi tia no pasó una noche mas tranquila. Dos ó tres veces vino á despertarme, apareciéndoseme como un espectro para preguntarme si la abadia de Westminster estaba ardiendo y si el viento po- dia propagar el incendio hasta Buckingham-Street; tambien una vez la vi acercarse á mi canapé tras- formado en cama, y creyéndome dormido mur- muró en voz haja :

- Pobre hijo mio!...

Mi generosa tia, en medio de sus terrores, lo que mas la preocupaba era mi destino.

Yo experimenté un remordimiento de mi amor egoista.

Apenas me levanté al dia siguiente traté de ir á calmar mi agitacion yendo á tomar un baño frio, y luego di un paseo á pié hasta Hampstead.

Este tratamiento hidráulico y peripatético, que repeti varias veces, me tranquilizó; me senti con fuerzas para ir al estudio à fin de participar lo que me sucedia á mi principal.

Mr. Spenlow llegó poco tiempo despues que yo, tan rizado y almidonado como siempre.

- ¿Cómo va, Copperfield? me dijo; esta ma- ñana hace buen tiempo.

- Muy bueno : ¿ podria hablaros antes que os marcharais á la audiencia?

- Ciertamente, venid á mi despacho.

Seguile, y al llegar allí se puso la toga y se miró al espejo.

- Tengo el sentimiento de participaros, le dije, que he recibido malas noticias de mi tia.

- ¡Ah! ;Dios mio! ¿tendrá un ataque de para- lisis?

- No se trata de eso, señor... ha sufrido grandes pérdidas... y no le queda ya gran cosa.

- ¡Me asombrais, Copperfield! exclamó Mr. Spenlow.

- La verdad es que ha habido tal cambio en su fortuna, que desearia preguntaros si seria posible... mediante un saerificio de mi parte, bien entendi- do... anular las condiciones de mi contrato como pasante.

Dios sabe lo que me costaba hacer una proposi- cion semejante.

Era como si implorase el favor de que me trans- portaran lejos de Dora.

- ¡Anular las condiciones de vuestra pasantia, Copperfield! ; anularlas!

Le expliqué que por entonces no tenia otros re- cursos para vivir que mi propia industria.

- Me entristeceis, Copperfield, me dijo Mr. Spenlow, me entristeceis extraordinariamente. No es costumbre anular una pasantia por semejante motivo, es contra todos los precedentes de la pro- fesion. Ademas, sabeis que tengo un socio... Mr. Jorkins.

Era el golpe de gracia de mis esperanzas.

Hice, sin embargo, un nuevo esfuerzo, di- ciendo :

- ¿Crecis, señor, que si me dirigiese á Mr. Jor- kins?...

Mr. Spenlow me respondió con un signo nega- tivo.

- El cielo me libre, Copperfield, me dijo, de ser injusto con nadie, y mucho menos con Mr. Jorkins, pero conozco i mi socio, y no es un hombre capaz de resolver segun deseais un problema de esta na-