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DAVID COPPERFIELD.

tento torciendo sus miembros, mientras que mis- tress Micawber animará sus proezas tocando un organillo.

Un gesto hecho con el cuchillo nos dejó enten- der que estas proezas no llegarian hasta que el desgraciado padre hubiese dejado de existir.

Despues de esta pantomima, Mr. Micawber si- guió mondando los limones con su aire de muda desesperacion.

A pesar de nuestra impaciencia, hubiésemos res- petado por mas tiempo su turbacion y distraccio- nes, que llegaron hasta tomar el candelero por la tetera y las despabiladeras por las lenacillas del azúcar; pero él mismo notó su impotencia para continuar su ocupacion favorita, y dejándolo todo sobre la mesa, me dijo enjugándose las lágrimas :

- Querido Copperfield, si hay una ocupacion que requiera toda la sangre feia y estima propia de que uno puede ser susceptible, es la que yo he tomado, y å la que renuncio.

- Mr. Micawber, le dije, ¿de qué se trata? aqui podeis hablar, pues estais entre amigos.

- ¡En medio de amigos! repitió Mr. Micawber estallando entonces lo que tenia en su corazon; ¡ bondad celeste ! precisamente porque esloy en medio de amigos me hallo tan alolondrado; me preguntais de qué se trata : pues bien, se trata de una maldad, de una infamia, de una decepcion, de un fraude, de un complot, y un nombre reasu- me todas estas atrocidades : ; Heep!

Todos nos levantamos sumamente agitados.

- La lucha ha cesado, continuó Mr. Micawber con una vehemencia que revelaba la crisis por que habia atravesado; no llevaré mas una vida seme- jante. Soy un miserable privado de todo lo que hace la existencia llevadera. He vivido mucho tiem- po en el estrecho circulo trazado á mi alrededor por ese ser infernal; devolvedme á mi mujer, á mis hijos, sustiluid con Micawber al indigno escla- vo que me representa, y decidme que me trague una espada... me la tragaré con apetito.

No he visto nunca un hombre mas exaltado: en vano traté de tranquilizarlo para que hablase mas racionalmente; no quiso escucharme hasta halber soltado toda su arenga metafórica, acompañada de furiosos gestos.

- No tocaré la mano de otro hombre, conti- nuaba, hasta que haya aplastado á esa miserable serpiente Heep; no aceptaré la hospitalidad hasta que haya encendido la erupcion del Vesubio sobre ese condenado truan Heep. Un refresco debajo de este techo, especialmente el ponche... me ahogaria si no hubiese préviamente arrancado la máscara y los ojos á ese abominable bribon Heep; no recono- ceré á nadie, no pronunciaré una palabra mas, hasta que haya pulverizado y reducido á los mas impalpables átomos à ese horrible hipóerita, á ese falsificador insigne, Heep.

Temi realmente que Mr. Micawber no espirase; pues fué aterrador verlo caer sobre una silla, ja- deante de fatiga, llevándose una mano à la gar- ganta, como si el nombre de Heep, arrancado por sus esfuerzos convulsivos, lo fuese á ahogar.

Me acerqué para socorrerlo; pero separó mi mano gritando :

- ¡No, Copperfield! evitad todo contacto con- migo... hasta que haya vengado los agravios he- chos á miss Wickficld... esa perfeccion, por el in- fame Heep.

La energia extraordinaria que le inspiraba este nombre, le dió la fuerza para articular toda la frase.

- Reclamo de vosotros un secreto inviolable... sin excepciones; que de hoy en ocho dias todos los presentes, inclusos vuestra tia y cse anable caha- llero (Mr. Dick), se encuentren en la fonda de la Campana, en Cantorbery... Entonces descubriré a ese bandido Heep. Ni una palabra mas hasta en- tonces; os dejo, pues siento que me es imposible vivir en compañia de mis semejantes hasta que haya herido en el corazon á ese traidor Heep.

Despues de haber pronunciado por última vez. este nombre mágico que tantos esfuerzos le cos- taba, Mr. Micawber se precipitó fuera de la casa, dejándonos en un estado de agitacion parecido al suyo, y suspendidos entre la sorpresa y la espe- ranza.

Como su mania epistolar era una pasion irresis- tible, recibi la carta siguiente, que habia escrito en una taberna vecina :

« Secreta y confidencial.

 » Mi estimado señor:

» Permitidme que os ruegue seais el intermedia- rio para presentar mis perdones á vuestra exce- lente tia por la última escena de que ha sido tes- tigo ocular; la erupcion de un volcan largo tiempo contenido ha sido la causa del conflicto mas facil de concebir que de delinear.

» Confio en haber expresado de un modo inteli-