nulidad. En este cuadro callan y lloran todos los personajes, como en el Crucificado de Guido; pero su recogimiento es glorioso; sus lágrimas son como un rocío del cielo; su silencio está lleno de voces, como el sueño del medio-punto de Murillo está lleno de vida eterna.-Santa Cecilia, bella sobre toda ponderacion, niña y santa, con la faz levantada al cielo, parece inundada de una inefable melancolía, cual si aquellos cantos le trajesen el recuerdo de su patria. San Pablo, el varon fuerte, se acaricia la barba con blando ademán y frunce el entrecejo al sentirse conmovido. Las demás figuras (excepto la de San Pablo, demasiado vigorosa para una escena tan ideal y suave) son dulces y bellas en grado sumo. El dibujo... es de Rafael, y está dicho todo. En cuanto al color, aunque peca de duro y de intenso, resulta más agradable que el del Pasmo de Sicilia.
Un cielo, azul turquí muy oscuro, hace resaltar los contornos clásicos de tan soberana composicion.-Yo creo que Rafael usaba estos fondos y este color, deliberada é intencionadamente. Sus figuras se recortarian mal sobre términos más vagos. Sus obras parecen hechas para campear sobre oro, como las de los siglos precedentes.
Tambien son muy de notar en estos salones, á pesar de su falta de novedad y de inventiva, algunos cuadros del Dominiquino, especialmente el Martirio de Santa Inés, el Martirio de San Pedro (plagio ó parodia del de Ticiano) y una Virgen del Rosario con el Niño Jesús.
En este último lienzo se nota algun fuego, alguna inspiracion. El Niño Jesús esparce rosas y rosarios, como recomendando á los hombres que rindan culto á María.
En otro lado se ve una Asuncion de Perugino, fruto precioso de la fé y del arte.
Finalmente, Albano, el pintor mitológico, el autor de la Danza de los Amores, tiene aquí algunos buenos cuadros religiosos, entre los cuales me sorprende y cautiva extraordinariamente uno que representa el Bautizo de Jesús. Pero se me hace tarde y me queda mucho que ver en otros edificios... Cerremos el libro de memorias, y partamos.
Una vez fuera de la Academia, hágome conducir á la Plaza Mayor, situada en el centro de Bolonia.
Esta Plaza es sumamente bella. Fórmanla la Basílica de San Petronio, el Palacio Público y el Palacio del Podestá, y en medio de ella hay una magnífica Fuente de Neptuno, obra del famoso escultor Juan de Bologna.
En esta Fuente son de notar cuatro hermosas Sirenas desnudas, que se oprimen con ambas manos los voluptuosos y abultados pechos hasta hacerles brotar raudales de agua.-Semejante reminiscencia de la via láctea, tal como la explicaba la mitología griega, no es muy propia que digamos de la plaza pública de una ciudad gobernada por Cardenales.
El Palacio público ó del Gobierno data del siglo XIII, y fué concluido