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DE MADRID A NAPOLES

todas; invencible á causa de su misma debilidad, como los niños y las inujeres; respetado, pero no envidiado por sus vecinos; indiferente al movimiento del siglo; no pensando en mejorar la condicion de su pueblo; desembarazado de toda intervencion del pais en el Gobierno; esto es, no fiscalizado por la Representacion Nacional; desocupado, libre, olvidado, solo, el Duque de Módena no probaria más parte del poder que las satisfacciones, las prerogativas, las inmunidades, la arbitrariedad, lo que halaga la soberbia, lo que lisonjea el orgullo.-¡Y qué pesada, qué terrible, qué insoportable seria para los demás la presencia de este déspota ocioso, cuya mirada, cuya accion, cuyas pasiones penetrarian en el seno de la familia, pasarian de la vida pública á la privada, intervendrian en lo urbano tanto como en lo nacional, é invadirian constantemente la esfera de las personalidades!...

Tal es la condicion de todos los Estados sumamente pequeños. En ellos, la tiranía del amo es necesaria, fatal, inevitable, como pasatiempo, como distraccion, como recurso contra el fastidio. Un rey absoluto, encerrado con sus vasallos en estrechos límites, tiene que vivir solo ó degradado; ó es déspota, ó no es rey. El continuo contacto con unas mismas personas, produce la familiaridad y la llaneza, ó el odio y el rigor. La proximidad mata el respeto. Nadie es grande hombre para su ayuda de cámara. Los chismes de vecindad, que son la polilla de los pueblos de provincia, son un veneno en las córtes lilliputienses. Si de algun modo se explican los crímenes espantosos que forman la historia de Italia, es por su division en diminutos Estados. Los Scala de Verona, los Visconti de Milan, los Este de Ferrara, los Carrara de Pádua, los Gonzaga de Mántua y tantos otros como fueron señores de vidas y haciendas en escaso territorio, usaban del poder de tal manera, que lo que le faltaba en extension, le sobraba en densidad. Todo el mundo sabe que es regla establecida que no sean válidos, al saltar á tierra. los desafíos ajustados á bordo de un buque durante una larga travesía, y la filosofía de esta sábia ley se funda en la experiencia que tienen los navegantes de que muchos hombres encerrados en un reducido espacio, y viéndose todos los dias, acaban por estorbarse, por chocar unos contra otros, por aborrecerse, por desear aniquilarse.-Ahora bien, convertid á uno de esos hombres en Señor de los demás, y llegará un momento en que arrojará al agua á todos sus compañeros de viaje.... -Ni es esto todo: yo sé de un gran genio, á quien su prodigiosa imaginacion habia revelado en pocos años todos los misterios de la vida, el cual, cansado y disgustado ya de una monótona existencia, que nada nuevo podia enseñarle, deseó muchas veces, durante sus accesos de melancolía, tener en su mano el poder de Dios, no para mejorar el mundo, sino para volverlo á la nada.-Asi somos los hombres; y por eso valemos algo. Tal es nuestro ambicioso espíritu, y por eso le creo yo destinado á mejor vida....

Pero ¿á dónde voy á parar? ¿Qué tiene que ver nada de esto con el buen Rossi, que exclama ahora mismo con verdadera inspiracion: