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los ancianos patricios, los jóvenes de moda...-Siguiendo mi sistema inquisitorial, he preguntado á mis vecinos el nombre de las personas que daban mayores muestras de entusiasmo en los palcos de ordine nobile, y me han dicho:

-Ese es el conde; esa es la marquesa; ese es el duque de tal; ese es un magistrado; ese es un sabio; esa es la hija de un banquero; ese lleva tal ó cual ilustre apellido...

Y yo he exclamado en mi interior:

-¿Quiénes serán en Módena los partidarios de Francisco V? ¿En qué se fundarán algunos publicistas extranjeros para llamar inicua usurpacion á la anexion de Módena al Piamonte, y ridícula farsa al sufragio universal que dió por concluida la autonomía modenesa?

¡Aquellos publicistas lo sabrán!

Con estos pensamientos me vuelvo á mi casa, donde al fin voy á complacer á mi estúpido Cuerpo, entregándolo al descanso.

Módena, 20 de Novimbre.

Es la una de la tarde.

Hállome en la Estacion de la Strada ferrata, esperando la salida del tren que ha de llevarme de Módena á Parma en cosa de hora y media. En este momento acabo mi excursion por Módena; excursion en que he gastado toda la mañana.

He estado en la Catedral, cuyo indudable mérito es más bien arqueológico que arquitectónico. Data del siglo XI, y su fundacion se debe á la famosa Condesa Matilde, de quien hablaremos cuando vayamos á Elorencia. El estilo es lombardo, y, como tal, sumamente curioso para los peritos en el arte de Vitrubio. Lo único que en la Catedral agrada á los profanos, es la célebre Torre llamada la Ghirlandina (uno de los campaniles más altos de Italia), cuyo nombre proviene de una guirnalda de bronce que ostenta alrededor de la veleta.-Todo el exterior de aquella elegante y corpulenta mole está revestido de mármol blanco.

Desde allí he ido al Palacio ex-ducal, cuya magnitud y hermosura me han sorprendido extraordinariamente. Lo mismo digo de aquel edificio, que dije anoche del poder de los Duques de Módena: ni el uno ni el otro estaban en proporcion con la pequeñez del Estado.-El tal Palacio hállase aislado en la confluencia de tres calles magníficas, desde las cuales ofrece un aspecto magestuoso. Su arquitectura es del Renacimiento. El patio, la escalera, las galerías y los salones tienen una grandeza verdaderamente cesárea.

En cambio, el ajuar es pobre y hasta mezquino en muchas habitaciones. Nótase en él una mezcla de esplendor y de miseria, que deja comprender que el Reino no le bastaba al Alcázar. En unas habitaciones se ven sillones riquísimos, preciosos dorados, soberbias colgaduras; en otras un mueblaje antiguo. apolillado, roto; aquí sofás y butacas de gutta-percha.