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DE MADRID A NAPOLES

ó Venus vestida, — Atlas, sosteniendo el cielo, — el Grupo del Toro Farnesio, maravilla del cincel griego , de una sola pieza de mármol, — y, sobre todo, me complaceré en recordar (como uno de los mayores prodigios artísticos que he contemplado) el Hércules Farnesio, obra de Glycon de Atenas, gigantesca estatua en que el artista ha representado la fuerza de dos maneras, á cual más ingeniosa: primera , poniendo al musculoso gigante una cabeza pequeña, estrecha, que recuerda vagamente la de un toro; y segunda, haciendo que la figura tenga que apoyarse para no caer... — ¡Idea felicísima! ¡confundir el peso con la fuerza!

Entre los muchos y muy buenos cuadros que encierra también el Museo, citaré la impúdica y renombrada Danae de Ticiano , la cual se halla en otro gabinete secreto, — una Virgen de Correggio, modelo de gracia, llamada la Gitanilla, — y un San Gerónimo, que despierta al son de la trompeta del Juicio final é invoca la clemencia de Dios , obra magistral de nuestro inspirado Ribera...

Pero nosotros no hemos recordado el Museo Borbónico con otro objeto que el de disponer el ánimo para nuestra excursión á Pompeya, al Vesubio y á Herculano. — Ya hemos visto los despojos de las victimas del volcan... Partamos ahora , y contemplemos los cadáveres de ambas ciudades y el fantasma de fuego que se enseñorea sobre un mundo de ceniza. . . .


V.
UN DIA EN POMPEYA.


18 de enero.


Son las nueve de la mañana cuando salimos de Nápoles , de donde arranca un modesto ferro-carril , que se dirige á Nocera por la orilla del mar, y que pasa por delante de Pompeya.

A los pocos minutos de marcha llegamos á Portici, Sitio Real , lleno de preciosas Casas de campo, y cuyo famoso Palacio es tambien obra de Cárlos III.

No podemos detenernos á visitarlo...— Nuestro viaje es á Pompeya, y nada más que á Pompeya!

Hace una mañana hermosísima. — Seguimos avanzando hácia el Vesubio...

Hé aquí á Resina, ciudad de 10,000 habitantes.

Debajo de ella se encuentra Herculano, cuyas ruinas , abrumadas por una inmensa mole de betunes, no alumbrará jamás la luz del cielo.

Ya volveremos. — Continuemos nuestra marcha.

Pasamos al pié del Volcan, á media legua de su cima, siempre por la playa...

Inmóviles rios de lava antigua penden, por decirlo así , desde el gi-