convirtiéndose en una viciosa de la decadencia latina? ¡En verdad que está loco mi pobre amigo! ¡Si me hubiera dicho que Lili dormía con Plese o con Rimal!... ¡pero con Margot!... ¡Qué bárbaro!... ¡Y todo porque Margot le mandó á paseo, burlándose de él!... A menos que haya sido una broma... muy pesada... ¡Y mientras yo le oía pacientemente, aquí todo el mundo pensaba en mí!...»
Con todo y los discursos que él mismo se hacía mentalmente para tranquilizarse, Carlos experimentaba, sin darse cuenta de ello, una turbación íntima y una congoja nunca antes sentida. En el fondo de su alma la duda iba echando raíces, y, á pesar de que las meditaciones y las deducciones lógicas le llevaban á suponer que la marquesa no podía engañarle, la imagen de Margot y de su querida confundíanse en su visión formando un grupo obsesionante y obsceno.