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Página:Del amor, del dolor y del vicio.djvu/224

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majestuoso de la atmósfera. El glauco Sena extendíase, á lo lejos, cortando con la franja luciente de sus aguas, la tierna y monótona alegría del campo.

«Quedarse en casa es un crimen —decíase Liliana—. Hoy es un día de fiesta para la naturaleza, y todos debemos gozar de él... Pero al mismo tiempo, ¿á donde ir?... ¡Si Margot viniera temprano!...»

Bañándose en la luz del sol y contemplando el ver de florecimiento de los árboles, los ojos de la marquesa recobraron la claridad casi infantil que había hecho que Carlos la bautizara, muchos meses antes, con el nombre de «la Muñeca».

«¿A dónde ir?». Versalles estaba muy cerca, con su jardín inmenso poblado de melancólicos recuerdos; con sus terrazas suntuosas, que conservan aún la huella de reales y diminutos pies; con sus avenidas amplias solitarias y profundamente tristes, como todas las cosas que, después de ser alegres, no conservan