— 182 —
y superiores y a aumentar los detritus e im- purezas que flotan siempre en la superficie.
El destino o la Providencia se complace 11 menudo en contradecir los augurios y cálcu- los más probables, corrigiendo infortunios humanos inmerecidos y elevando al pináculo de la grandeza a criaturas nacidas bajo una estrella infausta. Algo de eso ocurrió en nues- tro caso. Muerto Nóbrega, sus pequeñas hi- jas, doblemente huérfanas,- pues ya lo eran de madre, quedaron a cargo de sus tíos car- nales, don Juan y don Estavislao Miguens y doña Victoria Fernández, bellísimos carac- teres moldeados con el más puro de los me- tales en que se funden las almas nobles. Comenzaron estos parientes ejemplares por procurar a las pequeñas huérfanas, con afec- to acendrado, una esmerada y sólida educa- ción, y completaron más tarde tan hermosa obra acrecentando la fortuna de sus sobri- nas mediante una generosa administración
de sus bienes. Por tal modo, Carmen y Ju-