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sonas más cuerdas, más juiciosas en los hechos exteriores, pero un loco por dentro... Escúcheme, tía... He meditado tanto lo que he hecho que creo haber acertado algunas veces... Pues bien, a pesar de todo esto, siempre he sido un loco por dentro, siempre agitado, insomne, inquieto, profunda- mente triste en los días más felices, y fatigando, quizá, con desigualdades sin motivo y turbulen- cias — ¿ por qué no decirlo ? — lunáticas, las afec- ciones más consagradas.
— ¿Hasta la de tu mujer ?
— No. Su virtud y su talento me han asegu- rado siempre su indulgencia (1).
Restando a las palabras del grande hom- bre su evidente exageración circunstancial, ¿comprenderéis, ahora, con esfuerzo menor, por qué afirmábamos antes que, para obtener la perfecta armonía de ese hogar modelo, la más grande parte del capital de tolerante ca- riño y de bondadosa inteligoncta hubo de ser
puesto por Carmen Nóbrega
(1) N. AVELLANEDA, Escritos y discursos, tomo TIT, pá- gina 171 y siguientes.