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« La esposa es, según su carácter y con- ducta, o un pedestal o una lápida de su mari- do >», ha escrito el doctor Eduardo Wilde, refiriéndose a la acción, que califica de colo- sal, ejercitada por Carmen Nóbrega sobre su eminente consorte. « Este — agrega — ha- bría sido un gran estadista, un literato, un talento, en cualquier parte: soltero, casado o viudo; mas junto a su mujer — su amiga y confidente — fué y pudo ser todo eso con me- nor dificultad y eun mayor grado. » El talen- toso humorista manifiesta en seguida su ad- miración ante la hazaña realizada por la se- ñora para «reducir — dice — a la normal de una escala elevada esa naturaleza román- tica, incongruente, inencuadernable, incolec- cionable, irreductible a las formas burgue- sas, incomparable por fin, de Avellaneda », y
