— 253 —
a las amigas de viso social, a las que, por re- veses de fortuna, se hallaban privadas de una diversión de que disfrutaban en tiempos más prósperos, eso no lo hacen sino las naturale- zas delicadas, capaces de vivir, en imagina- ción, la existencia de los demás, complacién- dose en sus alegrías y experimentado hasta el ligero escozor de sus contrariedades. Dar, es igualmente cosa corriente y hasta vulgar; pero dar sin humillar, sin hacer sentir, lle- gando a hacer creer a la persona beneficiada que es más bien ella la que otorga el favor, eso no lo practican sino las almas de selección como la de doña Carmen Nóbrega. Bien lo sabía el buen cochero Victoriano, íntimo cono- cedor de los hábitos de su patrona, para la cual era un acto no raro hacer detener en plena calle el coupé que la conducía, e invitar a sentarse a su lado a señoras ancianas o acha- cosas, asíle fueran del todo desconocidas, que seguían su mismo camino. Y esto, realizado
con sencillez, sin afectación, sonriente y afa-
