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Luego empezó a llevar periódicos, y leía en voz alta algunas noticias, siempre relativas a Dreyfus.
—Ya hemos leído eso—interrumpía secamente Jacob Ivanovich.
Pero Maslenikov no hacía caso de sus palabras y seguía leyendo cuanto juzgaba interesante. Una vez llegó a provocar una discusión entre los jugadores: Eufrasia Vasilievna no estaba conforme con el procedimiento jurídico legal y exigía que se pusiese a Dreyfus inmediatamente en libertad, sin esperar el veredicto, mientras que su hermano y Jacob Ivanovich insistían en que era preciso, ante todo, cumplir algunas formalidades, tan sólo después de las cuales se podía libertar a Dreyfus. Jacobo Ivanovich no tardó en dar por terminada la discusión. Señalando a la mesa, dijo:
—¿Empezamos?
Y empezaron a jugar, contestando con un silencio profundo a todas las observaciones de Maslenikov acerca del proceso Dreyfus.
De esta guisa, jugaban en invierno y verano, en primavera y otoño.
A veces ocurría algo, pero siempre de índole cómica. El hermano de Eufrasia Vasilievna se ponía de cuando en cuando tan mal de la cabeza que confundía las cartas de sus adversarios y, teniendo un buen juego, no hacía ni una sola baza. Maslenikov reía a carcajadas, y el viejecillo, sonriendo, observaba:
—Ha hecho usted mal en no jugar cuatro.
Lo que más impresión producía a los jugadores