Página:Diez años de destierro (1919).pdf/134

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
132
 

Aix—en—Saboya, puso en movimiento a los gendarmes para prohibir que me diesen caballos de posta en el camino. Ganas de reir me da hoy aquella actividad gobernadoresca contra tan pobre cosa como yo; pero entonces, sólo con ver un gendarme me morfa de miedo. Siempre estaba temiendo que un destierro tan riguroso se convirtiera pronto en prisión, cosa para mí más terrible que la muerte. Sabía que una vez presa, una vez arrostrado el escándalo, el Emperador no consentiría que le hablasen más de mí, si alguien tenía valor para tanto, cosa poco probable en una corte donde reina el terror a todas horas del día y en todas las circunstancias de la vida.

Volví a Ginebra, y el gobernador me notificó que, no solamente me prohibía ir, bajo pretexto alguno, a las regiones incorporadas a Francia, sino que me aconsejaba que no viajase por Suiza y que no me alejara en ninguna dirección más de dos leguas de Coppet. Le objeté que, hallándome domiciliada en Suiza, no concebía con qué derecho una autoridad francesa podía prohibirme viajar en un país extranjero. Sin duda debí de parecerle algo tonta al querer discutir en estos tiempos una cuestión de derecho, y me repitió su consejo, sumamente parecido a una orden.

Me atuve a mi protesta; pero al día siguiente supe que uno de los más distinguidos literatos de Alemania, el señor Schlégel (1), que desde hacía (1) Guillermo Schlégel, poeta, crítico, flólogo y escritor político alemán, vivió doce afios junto a la señora de Staelformando parte del cfrculo de gentes distinguidas de que ells 37