Página:Diez años de destierro (1919).pdf/157

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
155
 

peligros de cualquier género se me aparecen como fantasmas. La índole de mi talento presta tal viveza a las imágenes, que si las bellezas naturales ganan con ello, también los peligros parecen más temibles. Tan pronto me asustaba la prisión, como temía a los bandidos, en caso de verme obligada a atravesar Turquía, si se me vedaba la entrada en Rusia por motivos políticos; otras veces me aterrorizaba, por mi hija y por mí, pensando en el vasto mar que habría de cruzar para ir desde Constantinopla hasta Londres. Sin embargo, sentía la necesidad de partir; la altivez me impulsaba interiormente a ello; pero, como cierto francés muy conocido, podía yo decir: "Tiemblo por los peligros a que mi valor va a exponerme." En efecto, la grosera barbarie de perseguir a las mujeres se agrava por su naturaleza irritable y débil a la vez; sufren dolores más vivos y son menos capaces de la fuerza necesaria para librarse de ellos.

Un terror de otro género pesaba sobre mí: temía que en cuanto el Emperador supiera mi marcha, mandase insertar en los periódicos uno de esos artículos en que tan diestro es cuando se propone asesinar a alguien moralmente. Un senador me decía cierta vez que Napoleón era el mejor periodista que había conocido. En efecto, si se llama así al arte de difamar a los individuos y a los pueblos, Napoleón lo posee en grado sumo.

Las naciones, al fin y al cabo, salen del paso; pero a Bonaparte le queda de los tiempos revolucioDiz