Página:Diez años de destierro (1919).pdf/164

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
162
 

do 23 de mayo de 1812, a las dos de la tarde, monté en mi coche, diciendo que volvería a la hora de comer; no llevaba conmigo equipaje alguno; tenía en la mano mi abanico, y mi hija, el suyo; mi hijo y el señor Rocca llevaban en los bolsillos lo necesario para unos días de viaje. Al bajar por la avenida de Coppet, abandonando así aquel castillo que había llegado a ser para mí como un antiguo y buen amigo, estuve a punto de desmayarme; mi hijo me tomó la mano, diciéndome: "Madre mía, piensa que vas a Inglaterra" (1). Estas palabras me reanimaron. Estábamos, sin embargo, a cerca de dos mil leguas de una meta a la que hubiéramos llegado com prontitud por el camino natural; pero, al menos, cada paso que daba me acercaba a ella. A pocas leguas de allí envié a uno de mis criados a mi casa para avisar que no volvería hasta el día siguiente, y continué mi camino día y noche, hasta una granja más allá de Berna, donde había dado cita al señor Schlégel, que se prestaba a acompañarme; allí era también donde iba a separarme de mi hijo mayor, educado hasta la edad de catorce años en el ejemplo de mi padre, con quien tiene bastante parecido. De nuevo me faltó el ánimo; aquella Suiza, todavía tan en calma, y siempre bella; aquellos habitantes, que saben ser libres por sus virtudes, aun a pesar (1) Inglaterra era entonces el refugio de cuantos sufrian por la causa de la libertad. ¿Por qué sus ministros, después de la victoria, habrán engañado tan cruelmente la esperanza de Europa? (Nota del Sr. Stäel, hijo.) Dizd