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de gobernar, en materia de Policía, recuerda a los centinelas colocados en la ciudadela de Brunn, medio derruída; monta puntualmente la guardia en torno de unas ruinas. Apenas llegué a Brunn, me suscitaron todo género de dificultades acerca de mis pasaportes y de los de mis compañeros de viaje. Pedí permiso para enviar a mi hijo a Viena, con el fin de dar las explicaciones necesarias; pero me manifestaron que ni mi hijo ni yo podíamos volver atrás ni una legua. Ignoro si el Emperador de Austria o Metternich conocían tan necia conducta; pero todos los empleados del Gobierno en Brunn, con raras excepciones, tenían un miedo a las responsabilidades que cuadraba muy bien, a mi parecer, con el actual régimen de Francia; y es preciso reconocer, en descargo de los franceses, que su temor es disculpable, porque bajo el Emperador Napoleón se arriesga cuando menos el destierro, la prisión o la muerte.

El gobernador de Moravia, hombre por lo demás muy estimable, me comunicó la orden de atravesar Galitzia con la mayor rapidez posible, y la prohibición de detenerme más de veinticuatro horas en Lanzut, adonde tenía intención de ir.

Lanzut es una posesión de la princesa Lubomirska, hermana del príncipe Adán Czartorisky, mariscal de la Confederación polaca, sostenida por las tropas austriacas. La princesa Lubomirska gozaba de consideración general por sus prendas de carácter; sobre todo, por la generosidad con que empleaba su fortuna en obras benéficas;