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minación francesa proceden del miedo, y esta nueva musa inspira cantos muy tristes.

Intenté demostrar al gobernador de Moravia que si me empujaban así, con tanta cortesía, hacia la frontera, no sabría qué hacerme si el pasaporte ruso no llegaba, y me vería obligada, al no poder avanzar ni retroceder, a pasar mi vida en Brody, ciudad fronteriza entre Rusia y Austría, donde los judíos se han establecido para comerciar con ambos Imperios. "Todo eso es verdad me respondió el gobernador—; pero tengo esas órdenes." Desde hace algún tiempo, los Gobiernos propenden a someter a sus agentes civiles a la misma disciplina que los militares; nunca, o rara vez, se permite a estos últimos reflexionar; pero unos hombres responsables ante la ley, como son todos los funcionarios ingleses, no admitirían fácilmente que no pueda juzgarse las órdenes recibidas. ¿Y qué resulta de esa obediencía servil!

Si no tuviese más ídolo que un jefe supremo, podría acaso concebirse en una Monarquía absoluta; pero en ausencia del jefe supremo o de sus representantes, cualquier subalterno puede abusar a su antojo de esas medidas discrecionales de Policía, infernal descubrimiento de los Gobiernos arbitrarios, que la verdadera grandeza se negará sicmpre a usar.

Me puse en camino para Galitzia; confieso que esta vez mi abatimiento era completo; el espec tro de la tiranía me perseguía por doquiera; los alemanes, en otro tiempo tan honrados, estaban