Página:Diez años de destierro (1919).pdf/19

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
17
 

nas recompensas por adherirse a su poder. Benjamin Constant se me acerca y dice, en voz baja:

—Tenéis el salón lleno de personas de vuestro agrado; si hablo, mañana no vendrá ya nadie; pensadlo bien.

—Hay que seguir sus convicciones—le respondí.

La exaltación me inspiró esta respuesta; pero confieso que si hubiera previsto lo que he sufrido desde entonces, me hubiesen faltado fuerzas para rehusar el ofrecimiento que el señor Constant me hacía de renunciar a ponerse en evidencia para no comprometerme.

Hoy en día significa muy poco, desde el punto de vista del buen nombre, incurrir en la desgracia de Bonaparte; puede hacerle a uno perecer, pero no puede menoscabar una reputación. Entonces, por el contrario, la nación ignoraba sus tiránicos designios; y como todos los que habían padecido durante la Revolución aguardaban de él el retorno de un amigo o la devolución de una fortuna, quien osaba resistirle recibía el abrumador dictado de jacobino, y la buena sociedad os abandonaba al mismo tiempo que la amistad del Gobierno; situación insoportable, sobre todo para una mujer, y cuya punzante mortificación nadie puede conocer sino por experiencia.

El mismo día en que un amigo mío inauguró la oposición en el Tribunado, iban a reunirse en mi casa varias personas, cuyo trato me agradaba en extremo, pero afectas todas al nuevo Gobierno A las cinco de la tarde recibí diez cartas de excusa;

Diez años
2