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tán le respondió con la brutalidad que sólo se encuentra en los subalternos alemanes; sólo en ellos se encuentra también ese respeto obsequioso por el Poder, que reemplaza inmediatamente a la arrogancia para con los débiles. Los movimientos del alma de estos hombres se parecen a las evoluciones militares en un día de parada: dan media vuelta a la derecha y media vuelta a la izquierda, según la orden que reciben.

El comisario encargado de vigilarme se deshacía en profundas reverencias; pero no quiso modificar en lo más mínimo la consigna recibida. Montó en una calesa, cuyos caballos tocaban las ruedas traseras de mi berlina. La idea de presentarme de este modo en casa de un antiguo amigo, en un lugar delicioso, donde yo esperaba pasar como en una fiesta unos cuantos días, me lastimaba de un modo insoportable; juntábase también, creo yo, la cólera de sentir detrás de mí al insolente espía, a quien seguramente hubiera podido engañar con facilidad si me lo hubiese propuesto; pero que cumplía su cometido con una insoportable mezcla de pedanterfa y de rigor (1). A mitad de camino sufrí un ataque de nervios, y tuvieron que RA.

(1) Para explicar cuán vivas y blen fundadas eran las angustias de mi madre en este viaje, debo decir que la vigilancla de la Policía austriaca no iba contra ella sola.

Había orden de prender al Sr. Rocca, cuyaa señas personales tenfan los polizontes, por su condición de oficial francés; y aunque había presentado la dimisión, y aus heridas le inutilizaban para el servicio militar, es indudable que si le hubieran entregado al Goblerno francés, hubiese sido tratado con todo rigor. Por eso hizo el viaje solo y con nombre supuesto hasta Lanzut, donde tenía convenido reunirse con mi madre, Llegó antes que ella, y como no sospechaba que tra