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hombre estudiaba mucho, aunque conservó siempre el instinto original que tiende al conocimiento inmediato de los hombres y de las cosas. Ocultaba sus estudios para herír más la imaginación de sus tropas, dándoselas en todo de inspirado.

Los rusos tienen, a mi parecer, mucha más semejanza con los pueblos del Mediodía, o más bien de Oriente, que con los del Norte. Lo que tienen de europeos se lo deben a los rusos de la corte, que es igual en todos los países; pero su naturaleza es oriental. El general Miloradowitsch me contó que un regimiento de kalmucos fué enviado de guarnición a Kiew, y un día el príncipe de estos kalmucos se le presentó confesándole que no podía soportar el vivir un invierno entero encerrado en la ciudad, y pidió permiso para acampar en el vecino bosque. No había modo de negarle un placer tan fácil, y se fué con sus tropas a vivir en la nieve, instalándose en los carromatos que les sirven también de chozas. Sobre poco más o menos, los soldados rusos soportan lo mismo las fatigas y los sufrimientos del clima que los de la guerra; todas las clases del pueblo sienten un desprecio por los obstáculos y los trabajos corporales, que puede conducirles a muy grandes cosas. Aquel príncipe kalmuco, a quien las casas de madera parecían en pleno invierno una vivienda demasiado refinada, regalaba diamantes en los bailes a las damas que le agradaban; como no podía hacerse entender de ellas, reemplazaba los cumplidos con regalos, como ocurre en la India by