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Dícese que un hombre propuso en Rusia componer un alfabeto con piedras preciosas y escribir así la Biblia; quien tal propuso conocía muy bien la mejor manera de interesar en la lectura la imaginación de los rusos, la cual no ha mostrado, por lo menos hasta ahora, propensión a las artes ni a la poesía. Los rusos llegan con mucha rapidez en todas las cosas hasta un cierto límite, que ya no rebasan. Los primeros pasos se dan por impulso irreflexivo; continuarlos es obra de la reflexión; los rusos no tienen nada de pueblo del norte, y su capacidad de meditación es hasta ahora muy escasa.

Algunos de los palacios de Moscou son de madera, como de construcción más rápida, para que la natural inconstancia de la nación en todo lo que no es religioso o patriótico pueda satisfacerse cambiando fácilmente de vivienda. Varios de estos hermosos edificios se construyeron sólo para una fiesta; destinados a brillar un solo día, la riqueza del decorado les ha hecho durar hasta esta época de destrucción universal. Gran número de casas están pintadas de verde, de amarillo o de rosa, y esculpidas menudamente.

El Kremlin, ciudadela donde los Emperadores de Rusia se defendían contra los tártaros, está rodeado de una elevada muralla almenada, con torrecillas en los flancos, que, por la singularidad de sus formas, recuerdan más a los alminares turcos que a las fortalezas usadas en Occidente.

Aunque el aspecto exterior de los edificios de la