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tos de nuevo; y de nuevo también, cuatro chambelanes guardaron sus cuerpos como si hubiesen muerto el día antes; los dos féretros están colocados el uno al lado del otro, obligados a vivir en paz bajo el imperio de la muerte. Varios de los soberanos que han poseído el poder despótico transmitido por Pedro I, han sido sangrientamente destronados por una conjuración. Los mismos cortesanos que no se atreven a decir a su amo la más inocente verdad, saben conspirar contra él; un disimulo profundo acompaña necesariamente a ese género de revolución política, pues hay que seguir colmando de respeto al mismo a quien se intenta asesinar. Sin embargo, ¿qué sería de un país gobernado despóticamente si el tirano que está sobre las leyes no tuviese nada que temer de los puñales? Esta horrible alternativa muestra por sí sola lo que son unas instituciones en las que hay que contar con el crimen como contrapeso del Poder.

Rendí a Catalina II el homenaje de ir a visitar su casa de campo (Sarskozelo). Este palacio y su jardín están dispuestos con mucho arte y magnificencia; pero, aunque estábamos apenas a primeros de septiembre, el aire era ya muy frío, y ofrecían un contraste singular las flores del Mediodía agitadas por el viento del Norte. Todos los rasgos que se cuentan de Catalina II como soberana despiertan admiración; yo no sé si los rusos no le deben más que a Pedro I la feliz persuasión de ser invencibles, persuasión que tanto »