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Al entrar en Finlandia se echa de ver en seguida el cambio de país, y que hay allí una raza que no es la raza esclavona. Dicen que los fineses proceden inmediatamente del Norte de Asia, y que su idioma no tiene relación con el sueco, lengua intermedia entre el inglés y el alemán. La mayoría de los finlandeses, no obstante, son de aspecto completamente germánico; sus cabellos rubios y su blanca tez no se parecen en nada a la vivacidad de los rostros rusos; también sus costumbres son más dulces; las gentes del pueblo son de una probidad reflexiva, que deben a la instrucción del protestantismo y a la pureza de las costumbres. Los domingos vese a las muchachas volver del sermón a caballo, y los jóvenes las siguen. En Finlandia es fácil hallar hospitalidad en casa de los pastores, que consideran deber suyo alojar a los viajeros; nada tan dulce y tan puro como la acogida que dispensan estas familias; y como apenas hay casas señoriales, los pastores son, de ordinario, lo más importante de la población. En algunas canciones finlandesas, las muchachas ofrecen a sus enamorados renunciar por su amor incluso a la morada de un pastor, si por acaso quisiera compartirla con ellas. Esto recuerda la frase de un zagalillo, que decía: "Si yo fuese rey, guardaría las ovejas a caballo." Ni la imaginación puede apenas ir más allá de lo que se conoce.

El aspecto de la naturaleza en Finlandia es muy distinto que en Rusia; en lugar de las lagu-