Página:Diez años de destierro (1919).pdf/277

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
275
 

nas y planicies que rodean a Petersburgo, vense peñascos, que a veces son casi montañas, y selvas; pero a la larga se da uno cuenta de la monotonía de las montañías, y de que los bosques están formados por los mismos árboles: el pino y el abedul. Los enormes bloques de granito que hay esparcidos por el campo y al borde de las carreteras dan al país cierto aspecto de rudeza; pero en torno de esas grandes osamentas del globo, la vida escasea, y en la latitud de Finlandia la vegetación va ya decreciendo hasta los últimos confines de la tierra animada. Atravesamos una selva medio consumida por el fuego; los incendios, lo mismo en las ciudades que en el campo, son muy frecuentes, porque los vientos del Norte acrecen la actividad de las llamas; el hombre lucha trabajosamente contra la naturaleza en estos climas helados. En Finlandia hay pocas ciudades, y las que hay están poco pobladas. No hay un centro de actividad, ni emulación, ni nada que decir, y muy poco que hacer en una provincia del Norte sueco o ruso, y durante ocho meses del año, la naturaleza viviente se adormece.

El Emperador Alejandro se apoderó de Finlandia a consecuencia del tratado de Tilsit, en un momento en que la perturbación de sus facultades ponía al rey que entonces reinaba en Suecia, Gustavo IV, en la imposibilidad de defender a su país. El carácter moral de este príncipe era muy digno de estimación; pero desde su infancia había reconocido él mismo que no podía llevar