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las riendas del Gobierno. Los suecos se batieron en Finlandia con grandísimo valor; pero cuando una nación poco numerosa no tiene en el trono un rey guerrero, no puede triunfar de un enemigo poderoso. El Emperador Alejandro se hizo dueño de Finlandia por conquista y por tratados basados en la guerra; pero es justo reconocer que ha gobernado con moderación su nueva provincia y respetado la libertad de que gozaba. Reconoció todos los privilegios de los finlandeses relativos a los tributos y al servicio militar; socorrió generosamente las ciudades incendiadas, y su protección compensó hasta cierto punto la pérdida de lo que los finlandeses poseían por su derecho, si es que hay hombres libres que acepten voluntariamente un cambio de esa especie. En fin, una de las ideas dominantes del siglo xix, la idea de los límites naturales, hacían a Finlandia tan necesaria para Rusia como Noruega lo es para Suecia; y puede afirmarse con verdad que donde esos límites naturales no han existido, las guerras han sido constantes.

Me embarqué en Abo, capital de Finlandia. En la Universidad que allí hay, tratan de cultivar un poco el espíritu; pero los osos y los lobos están tan próximos durante el invierno, que la necesidad de asegurarse una vida física tolerable absorbe todos los pensamientos; el trabajo necesario para esto en los países del Norte consume una gran parte del tiempo que en otras partes se consagra a los goces de las artes y del ingeniot