Página:Diez años de destierro (1919).pdf/29

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
27
 

Poco tiempo después de haber atravesado elejército francés los Alpes, llegué a Suiza para pasar el verano con mi padre, según costumbre, Continuamente veíamos recorridos por las tropas aquellos apacibles valles, que la majestuosa barrera de los Alpes parece que debía abrigar de las tormentas y de la política. Durante aquellas tardes de verane, tan bellas, al borde del lago de Ginebra, bajo un cielo tan sereno y ante unas aguas tan puras, casi sentía vergüenza de inquietarme tanto por las cosas de este mundo; pero no podía vencer mi agiunida a su suerte; que la naturaleza parecía haber destinado un alma de fuego como la suya a la adoración de un héroe como él, Tales extravaganclas producfan a Bonaparte una aversión indecible; cuando acababa de leer estas bellas epistolas, las arrojaba al fuego o las arrugaba y rasgaba con entado, y me decía: "¡Vamos, si: una mujer pedante, simuladora de sentimientos, compararse a Josefina! Bourrienne, no quiero contestar a semejantes cartas." Tuve ocasión de ver lo que puede la obstinación de una mujer talentuda. A pesar de la prevención de Bonaparte contra la sefiora de Stäel, de la que no se curó nunca, consiguió ésta ser admitida en su círculo; y si algo hublera podido hacerle aborrecer la lisonja, hubiese sido la admiración, o. por mejor decir, la especie de culto que le prodigaba: le comparaba a un dios bajado del clelo, género de comparación que más tarde me pareció exclusivamente reservado al clero; desgraciadamente, para complacer a la señora de Stäel hubiera sido menester que ese dios fuese Pluto, porque detrás de sus eloglos había una reclamación de dos millones, que el señor Nécker creía serle debidos por sus buenos y leales servicios; pero Bonaparte decía con este motivo que, por grande que fuese el precio que concedía a la admiración de la señora de Stäel, no creía deber pagarla tan caro con el dinero del Estado. Ya se sabe cómo el entusiasmo de la señora de Stäel se trocó en odio, y con cuántas pequeñas molestiasindignas de él, el Emperador la persiguió hasta cn au retiro de Coppet. Por lo demás, me he limitado a decir lo que he sabido positivamente de las relaciones de la señora de Stael con Bonaparte, y nada tengo que añadir a lo dicho, porque no he conocido las resultas de su enemistad más que por el rumor público, como todo el mundo.

(Memorias de Bourrienne, tomo VI, pág. 217.)