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que había adquirido en su trato con Federico II.

'Advirtiéronle que desconocía el terreno que pisaba, y que mejor le sería apelar a su experiencia de cortesano; obedeció en seguida, porque se trata de un hombre cuyo despejo natural está al servicio de un carácter sobremanera dúctil, Es un hombre que sabe terminar la frase que otro comienza, o comienza la que cree que otro ha de terminar, y sólo llevando la conversación a la historia del siglo pasado, a la literatura de los antiguos o a otros asuntos ajenos a los hombres y a las cosas de hoy en día, puede descubrirse la superioridad de su espíritu.

El embajador de Austria era un cortesano de otra índole, pero con iguales deseos de agradar al poderoso. Aquél tenía buena instrucción literaria; éste no conocía otra literatura que las comedias francesas, en que había representado los papeles de Crispin y de Crisaldo. Es sabido que estando en la Corte de la Emperatriz Catalina II recibió una vez los despachos oficiales disfrazado de vieja; al correo le costó mucho trabajo reconocer a su embajador bajo semejante atuendo.

El señor de C. era un hombre extremadamente trivial; decía las mismas cosas a cuantas personas encontraba en un salón, y a todos hablaba con una especie de cordialidad vacía de sentimientos y de ideas. Sus modales eran perfectos; la vida mundana habíale adiestrado en el arte de la conversación; pero era un espectáculo lastimoso ver que a un hombre así le mandaban a S