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—¡Ah!—respondió un joven aristócrata de la antigua cepa, que entonces no era todavía chambelán. Por favor, no hablemos de política." Hablando del Primer Cónsul, uno de sus cortesanos decía con ternura: "A menudo es de una dulzura infantil." En efecto, en su vida casera entregábase a veces a diversiones inocentes; se le ha visto bailar con sus generales; y hasta dicen que en Munich, en el palacio de los Reyes de Baviera, a quienes, sin duda, tanta alegría les parecería algo rara, se vistió una noche con un traje español del Emperador Carlos VII, y se puso & bailar una antigua contradanza francesa llamada el Monaco.

CAPITULO IX

París en 1802.—Bonaparte, presidente de la República italiana. Regreso a Coppet.

Cada paso del Primer Cónsul anunciaba con creciente claridad su ambición sin límites. Mientras se negociaba en Amiens la paz con Inglate rra, reunió en Lyón la Consulta cisalpina, o sea, a los diputados de toda la Lombardía y Estados adyacentes, constituídos en República durante el Directorio, y que preguntaban ahora qué nueva forma debían adoptar. Como aún no estábamos acostumbrados a ver convertida la unidad de la República francesa en el mando único de un solo hombre, nadie se figuraba que Bonaparte quisie se reunir en su persona el Consulado de Francia y