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y la Presidencia de Italia, de suerte que se espe raba la elección del conde Melzi, designado para tal puesto por sus luces, su ilustre cuna y el respeto de sus conciudadanos. De pronto, se esparció el rumor de que Bonaparte quería que lo eligiesen a él; la noticia reavivó un poco los espíritus. Decíase que, según la Constitución, el que aceptaba un empleo en país extranjero perdía la ciudadanía en Francia; pero ¡era ya francés quien sólo se servía de esta gran nación para eprimir a Europa, ni de Europa más que para oprimir a esa gran nación? Bonaparte escamoteó el nombramiento de presidente a todos aquellos italianos, que sólo supieron que habían de nombrarle a él, pocos horas antes de comenzar el escrutinio. Dijéronles que unieran el nombre del conde de Melzi, como vicepresidente, al de Bonaparte. Diéronle seguridad de que sólos los gobertaría su compatriota, y que el otro no deseaba sino un título honorífico. El mismo Bonaparte dijo con su énfasis habitual: "Cisalpinos, únicamente conservaré la alta dirección de vuestros asuntos." Y la alta dirección quería decir la omnipotencia. Al día siguiente de la elección, continuaron muy en serio elaborando la constitución, como si pudiera subsistir alguna al lado de aquella mano férrea. Dividieron la nación en tres clases:

los possidenti, los dotti y los commercianti, para gravar a los propietarios, para obligar a callar a los hombres de letras y para clausurar todos los puertos a los comerciantes. Las palabras sonoras Dizd