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berían habérmela quitado. Cuando en Weimar supe la verdad, un sentimiento de terror inexplicable se juntó a mi desesperación. Me vi sin apoyo en la tierra, y forzada a sostener yo sola mi alma contra el infortunio. Aún me quedaban en el mundo muchas prendas caras; pero la admiración llena de ternura que yo tenía por mi padre, ejercía sobre mí un ascendiente sin igual. El dolor, que es el mejor profeta, me anunció que en adelante mi corazón ya no sería feliz como lo había sido, mientras aquel hombre de sensibilidad omnipotente ve laba por mi destino; y no ha pasado un solo día desde el mes de abril de 1804, en que no haya engarzado todas mis penas a la que entonces senti.

Mientras vivió mi padre, sólo la imaginación.me hacía sufrir; porque, en las cosas reales, siempre hallaba él un modo de favorecerme; después de:

su muerte, tuve que habérmelas directamente con el destino. Los restos de mis fuerzas se sostienen por la esperanza de que ruega por mí en el cielo. No por amor filial, sino por conocer íntimamente su carácter, afirmo que nunca he visto la naturaleza humana tan próxima a la perfec ción como en su alma; si no tuviese yo el conven cimiento de la vida futura, me volvería loca la idea de que un ser como él hubiese dejado de existir. Había tanta inmortalidad en sus sentimientos y en sus pensamientos, que cien veces me ha ocurrido, en los impulsos que me arrebatan y elevan sobre mí misma, creer escucharle todavía.

En el viaje fatal de Weimar a Coppet envidia.

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