los cuales se halla enfin el secreto de glorificarse; de que manera, en una palabra, preguntando siempre á los otros lo que somos, y no usando jamas interrogarnos sobre ello á nosotros mismos, en medio de tanta filosofía, humanidad; urbanidad y máximas sublimes, no tenemos sino un esterior engañoso, vano é insustancial, honor sin virtud, razon sin sabiduría, y placer sin felicidad. Creo me es suficiente el haber probado que no es este el estado original del hombre; y que únicamente es el espíritu de la sociedad y la desigualdad que él engendra, quien cambia y altera de este modo todas nuestras inclinaciones naturales.
He procurado esponer el orígen y el progreso de la desigualdad, el establecimiento y los abusos de las sociedades politicas, tanto cuanto estas cosas pueden deducirse de la naturaleza del hombre, por las luces solas de la razon é independientemente de los dogmas sagrados que dan á la autoridad soberana la sancion de derecho divino. De aquí se sigue en virtud de esta esposicion, que la desigualdad siendo casi nula en el estado natural, debe su orígen, fuerza y