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Me quiere!—pensó—. ¡Me quiere de verdad!

Por la noche no pudo pegar los cjos, y el rostro triste de Darcy, aparecía siempre a su vista. Durante dos días no pensó más que en él y en la pasión secreta que debía alimentar por ella. La novela iba avanzando, cuando la señora de Lussan encontró una tarjeta de Darcy con estas dos letras: S. D.

—¿Adónde se va el señor Darcy?—preguntó Julia a un joven que le conocía.

—Adónde? ¿No lo sabe usted? A Constantinopla; sale esta noche en la diligencia.

¡No me quiere!—pensó ella.

Ocho días después, Darcy había sido olvidado.

Por su parte, Darcy, que era entonces bastante sentimental, estuvo ocho meses sin olvidar a Julia. Para disculpar a ésta, es preciso considerar que Darcy vivía en medio de los bárbaros, mientras que Julia estaba en París, rodeada de homenajes y distracciones.

De cualquier modo, seis o siete años después de su separación, Julia en su coche, por el camino de P..., recordaba la expresión melancólica de Darcy el día en que cantó tan mal, y, si hay que confesarlo, pensó en el amor probable que él entonces sentía por ella, y acaso también en los sentimientos que podría conservar todavía. Todo esto le preocupó con bastante viveza durante media legua. Después, fué Darcy olvidado por tercera vez.