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DON DIEGO DE PEÑALOSA

parezcan todos los memoriales que tengo presentados, por parte de mi religión, sobre la gravedad de esta materia desde el año de 84, por el mes de Majo hasta este presente de 86 por el mes de Marzo, los cuales instrumentos paran en este oficio de gobierno, y viendo, Señor, que setenta y cinco naciones con singular docilidad dieron obediencia á Dios Nuestro Señor y á V. E. y O. M., tomándose posesión jurídica de todas esas tierras en V. R. nombre por el general Juan Dominguez de Mendoza, cabo y caudillo de veinte hombres, que después entraron en nuestro resguardo, alcanzándonos en dicha Junta de los ríos, el cual dicho cabo y caudillo hizo un itinerario muy copioso en que da noticia de dicha jornada. Mirando, Señor, el útil de aquellas almas, tuve por acertado dejar los dos compañeros religiosos en la administración de nueve naciones y salirme yo al pueblo del Paso á comunicar con los demás misioneros lo importante de la gravedad de la materia, y haciendo junta de todos los religiosos, fueron todos de parecer que saliese yo personalmente cómo actual prelado de aquella Custodia, y como quien había comunicado aquellas naciones, visto y demarcado sus tierras, á dar cuenta á vuestro Virey y Fiscal de la grandeza y opulencia de aquellas tierras, y por pedir brevedad materia de tanta consecuencia y gravedad, me puse luego en camino á hacer dicho viaje á esta corte, y llegado representé la máquina de naciones que habían dado la obediencia á V. M., pidiendo á vuestro Virey y Fiscal veinte religiosos misioneros para dichas naciones, pues por el pedimento que hice á mi Comisario general de esta Nueva España, despachó luego al punto y sin dilación una patente para todas las provincias avisando de dichas conversiones, sometiéndome su autoridad para que acudiesen á mí con el aviso de los que quisieren ir, y con dicha patente acudieron cuarenta y seis religiosos de mi Orden, pidiendo voluntariamente el ir, como obra tan del agrado de Dios Nuestro Señor y aumento de vuestra corona; mas vuestro Fiscal D. Pedro de la Bastida, no sólo despreció la gravedad de la materia, sino también mi persona, dando por respuesta no se había de estar á lo que yo representaba, ni á lo que informaba el P. Fr. Alonso de Posada, Definidor actual de esta santa provincia, y Custodio que fué del Nuevo México con asistencia de catorce años en aquellas provincias, sino que se había de estar á lo que el general D. Antonio de Otermin decía, quien fué gobernador del Nuevo México, y en cuyo gobierno se perdió aquel reino, por las causas, Señor, que hoy día los apóstatas publican, pues el no expresarlas es por lo puro de mi estado; mas consuélame, Señor, que es causa de Dios y abrirá el camino más conveniente.