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Página:Dramas de Guillermo Shakespeare.djvu/208

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MACBETH.
LA DAMA.

Pero no ve.

EL MÉDICO.

Mira cómo se retuerce las manos.

LA DAMA.

Es su ademan más frecuente. Hace como quien se las lava.

LADY MACBETH.

Todavía están manchadas.

EL MÉDICO.

Oiré cuanto hable, y no lo borraré de la memoria.

LADY MACBETH.

¡Lejos de mí esta horrible mancha!... Ya es la una... Las dos... Ya es hora... Qué triste está el infierno... ¡Vergüenza para tí, marido mio!... ¡Guerrero y cobarde!... ¿Y qué importa que se sepa, si nadie puede juzgarnos?... ¿Pero cómo tenia aquel viejo tanta sangre?

EL MÉDICO.

¿Oyes?

LADY MACBETH.

¿Dónde está la mujer del señor Faife?... ¿Pero por qué no se lavan nunca mis manos?... Calma, señor, calma... ¡Qué dañosos son esos arrebatos!

EL MÉDICO.

Oye, oye: ya sabemos lo que no debíamos saber.

LA DAMA.

No tiene conciencia de lo que dice. La verdad sólo Dios la sabe.